Daniela Pereyra y Luis Ramos nacieron en la Teja, crecieron allí, viven allí y desde hace ocho años están al frente de “Dale Gaucho”, el bar ubicado en la esquina de Emiliano Romero y Heredia, y que da cuenta de la pasión de su dueño anterior por el Club Progreso, “El Gaucho del Pantanoso”, cuya sede y estadio se encuentran a pocas cuadras de allí. Con su larga historia en esa esquina, sus parrilladas, viernes de baile e identificación con el club barrial, “Dale Gaucho” logró cimentar un estrecho vínculo con sus vecinos.
Tal vez fue ese apoyo que siempre sintió de parte de la comunidad, Daniela no lo sabe bien, pero hubo algo que la impulsó a dedicar tiempo y esfuerzo, tanto suyo como de sus compañeros, a ayudar a los demás. “Yo sabía que si me largaba a hacer esto iba a tener mucha respuesta”, aseguró a Journey, aunque está claro que no fue solo eso lo que la llevó a realizar -todos los martes y jueves- los almuerzos solidarios del Dale Gaucho.
A partir del 13 de marzo, cuando se confirmaron los primeros casos de Covid-19 en nuestro país, la concurrencia al bar empezó a caer, aunque nunca llegaron a cerrar. La primera semana fue clave: a la vez que el Gobierno establecía distintas medidas para frenar el avance del virus, muchas personas comenzaban a buscar la forma de dar respuesta a las dificultades que esto podía generar en los sectores más vulnerables. El domingo 22 de marzo, inspirada por las distintas historias que veía en los medios y las redes sociales, Daniela resolvió que tenía que hacer algo: “Cuando vi que esto se ponía feo, que iba a ser para largo, pensé en que hay mucha gente que necesita, que tiene niños, gente mayor a la que se le iba a complicar el tema de la comida. Y algo me dijo que tenía que ayudar”.
“Nosotros dijimos que lo íbamos a hacer martes y jueves, pero como nos estaban llegando muchas donaciones, empezamos a hacerlo todos los días, porque la gente al otro día venía igual, entonces tratábamos de hacer algo, y así hasta los sábados”, contó Daniela. Ahora que se empezaron a reiniciar varias actividades, volvieron al plan original de dos veces por semana: “Preferimos dedicarnos dos días bien y que no nos falte”.
Durante la entrega, en el bar se respira calidez y respeto. A Daniela se le nota en la mirada la satisfacción de poder dar una mano. “La gente es muy agradecida. Cuando vienen a buscar la comida siempre nos dicen ‘qué rica estaba la comida del otro día’. Y a nosotros eso nos gusta también: lo hacemos con mucho amor, lo hacemos como si lo fuéramos a vender o si lo comiéramos nosotros en casa, de la misma manera. Con lo que tenemos armamos un rico plato y la gente nos hace saber que está muy agradecida”, aseguró.
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